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La justicia y la comunidad indígena: La suprema corte recibe bastones de mando

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    MONITOR
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

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Bajo la Lupa


Zoe Portuguez


Las comunidades más vulneradas ahora reciben el reconocimiento que merecen.


La nueva Suprema Corte de Justicia arrancó su mandato con una ceremonia en el Zócalo que buscó rendir homenaje a los pueblos originarios: purificación, danzas, lenguas, bastones de mando. Un ritual que, visto desde fuera, parece un gesto de respeto hacia la raíz más antigua de México. Pero la pregunta que surge es inevitable: ¿este reconocimiento es más que un gesto simbólico? ¿Marca un cambio verdadero para estas comunidades?


La justicia no se mide con copal ni con flores. Sino con sentencias claras y con procesos accesibles para quienes nunca han tenido voz dentro del sistema. Sin embargo, este acto sí abre una nueva etapa en el país, donde el reconocimiento a los pueblos indígenas es cada vez más visible. Que el nuevo presidente de la Suprema Corte, Hugo Aguilar Ortiz, sea un hombre de origen oaxaqueño y que hable una lengua indígena demuestra que las oportunidades empiezan a ser una realidad. Aunque este paso pueda parecer pequeño, no deja de ser importante.


A pesar de que una gran parte de nuestra población es de origen indígena, estas comunidades siguen siendo sistemáticamente silenciadas, especialmente dentro del sistema de justicia mexicano, donde las injusticias hacia ellas son incontables. Pero, ¿realmente esto representa un cambio? No podemos asegurarlo, pero sí parece el comienzo de una historia diferente.


El trasfondo político tampoco puede ignorarse. Por primera vez, los ministros llegan por voto popular, una apuesta histórica que promete democratizar al Poder Judicial. No podemos garantizar que las intenciones detrás de esta reforma sean totalmente limpias, pero sí que la manera en que fue presentada envía un mensaje poderoso: el Poder Judicial ya no se concibe como una élite alejada de la gente, sino como un espacio donde, al menos simbólicamente, los pueblos originarios también tienen un lugar.


Claro que el riesgo está ahí: que todo se quede en una ceremonia superficial sin compromiso real. Porque un bastón de mando no es un accesorio ni un trofeo; es una responsabilidad con la comunidad. Y si este nuevo Poder Judicial realmente quiere honrar ese símbolo, tendrá que demostrarlo con hechos: con procesos menos discriminatorios, con traductores en juicios para quienes no hablan español, con sentencias que protejan la tierra y los derechos de los pueblos, y con verdadera justicia.


El ritual en el Zócalo puede ser visto como un gesto emotivo, pero el verdadero cambio está en las acciones cotidianas. Si la Corte logra escuchar al México indígena y darles la justicia de la cual han sido privados durante tanto tiempo, sí podremos decir que este momento marcó un antes y un después. Si no, solo será un episodio más de promesas incumplidas en nuestro país.


Comunicación y Periodismo Fes Aragón

 
 
 

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