
Frente a un inmenso auditorio con casi 3.000 diputados en pie aplaudiendo al unísono, el hijo de un compañero de armas de Mao Zedong y de una revolucionaria que peleó contra los japoneses, se ha coronado como líder supremo por segunda vez en cinco meses. Xi Jinping lo ha vuelto a hacer, pero esta vez de manera oficialísima confirmado por todos los legisladores chinos.
Si del congreso del Partido Comunista salió por la puerta grande como secretario general del PCCh, el cargo de quien realmente manda en el régimen unipartidista, este viernes tocaba ser reelegido como presidente del país. Todo el poder concentrado en manos de un timonel de 69 años, que ha construido un culto extremo a su personalidad y ha bautizado con su nombre una ideología que se estudia en universidades y colegios.
La Asamblea Popular Nacional (APN), el cónclave político anual de Pekín donde el líder ya eliminó los límites del mandato presidencial en 2018, ha sido el escenario para sellar al menos un tercer lustro más de Xi al frente de la segunda potencia mundial. No había ningún margen para la sorpresa: Xi era el candidato, en mayúsculas, y los 2.952 diputados presentes, en un acto coreografiado por la dirección del partido, votaron por unanimidad por la única papeleta electrónica ganadora posible. Xi prestó juramento como presidente de China y dio comienzo oficialmente a su histórico tercer mandato.
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