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Redacción El Monitor
Aunque existen muchas versiones de esta figura, una de sus características principales es que se alimenta de sangre humana.
Los vampiros suelen cazar por las noches, ya que, según ciertos relatos, la luz del Sol es letal para ellos. También se suele decir que no arrojan sombra y que no se reflejan en los espejos.
A lo largo de los siglos, el mito del vampiro ha ido evolucionando hasta convertirse en un pilar de la cultura gótica moderna y en un símbolo de la escalofriante fascinación por el Halloween y el cine de terror. El miedo y el misterio que esta criatura infunde se entrelazan con la estética y las icónicas historias que protagoniza.
Aunque los vampiros puedan parecer criaturas antiguas, sus orígenes son más recientes que los de las brujas y los hombres lobo. Aunque sus características son muy anteriores al cuento de Drácula, los mitos sobre ellos están profundamente arraigados en todas las culturas.
Las primeras menciones de vampiros se remontan al folclore eslavo, sobre todo al de Bulgaria, donde estas criaturas se veían como monstruos fantasmagóricos que sembraban el miedo y la enfermedad en los pueblos.
Se cree que la palabra "vampiro" deriva de un término eslavo que significa "demonio" o "monstruo fantasmagórico", lo que pone de relieve su naturaleza maligna.
Los soldados germanos del Sacro Imperio Romano fueron los que llevaron el mito vampírico a Occidente, incorporándolo al imaginario popular a medida que avanzaban sobre Hungría y otras regiones eslavas.
A medida que el mito del vampiro llegaba a ciudades como Viena, Berlín, París y Londres, esta criatura pasó de ser un fantasma intangible a un muerto viviente con colmillos y sed de sangre humana.
La creencia de que la sangre humana tenía valor medicinal también pudo haber influido en el mito del vampiro. Las sangrías eran una práctica habitual tanto en el continente europeo como en el americano, ya que se pensaba que ayudaban a curar enfermedades. Esto, sin duda, le confería un aspecto aún más oscuro a esta criatura.
El vampiro (1819) de John Polidori redefinió el arquetipo de esta criatura y la convirtió en un caballero cortés y encantador. Esto marcó el inicio de la evolución del vampiro en una figura oscura pero atrayente.
Carmilla (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu, introdujo la idea de la vampiresa, creando un personaje icónico que acecha a las mujeres desprevenidas en una mezcla de terror y romanticismo gótico.
"Dracula" (1897), de Bram Stoker, convirtió el vampiro en lo que conocemos hoy en día: un hombre terriblemente pálido con un porte regio, afilados colmillos y el poder de transmitir su aflicción. Incluso le dio uñas largas y orejas puntiagudas para hacerlo más sofisticado.
La novela de Stoker estableció el estándar para las historias sobre vampiros venideras. Parte de su inspiración le vino del folclore eslavo y, posiblemente, de Vlad el Empalador.
Vlad el Empalador, o Vlad III, fue el gobernador de Valaquia (actual Rumanía) en el siglo XV. Se lo recuerda por las brutales tácticas a las que recurrió para proteger su reino (el empalamiento entre ellas), lo que hizo que se labrase una fama terrible.
En la década de 1980, varios intelectuales sugirieron que la porfiria, un raro trastorno de la sangre que provoca palidez y fotosensibilidad, pudo haber contribuido al mito del vampiro.
Las personas que la sufren presentan síntomas parecidos a los de los vampiros, tales como la palidez, la aversión a la luz solar y dientes puntiagudos. En la Edad Media, esto habría servido para alimentar la creencia en la existencia de los vampiros.
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