RASTROS Y ROSTROS 
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RASTROS Y ROSTROS 


Ana Lilia García Castelán

*Enojo femenino por letargo ante feminicidios


En medio de la polarización social que no cede, el enojo femenino aumenta, derivado de la ola homicida que aplasta a las mexicanas ante la indiferencia de las autoridades. Mientras en el Estado de México, diputados guindas quieren eliminar la figura del feminicidio, los azules se pronuncian en contra, en tanto que el resto, mejor ni ruido hacen. De 2013 a 2018 el Edoméx fue la entidad con el mayor número de homicidios (feminicidios), contra niñas y adolescentes mujeres, aunque existen diferencias por el cálculo de tasa, según establecen estudios realizados con cifras oficiales. Sólo en los primeros 22 días de enero de este año, se contabilizaron en la entidad diez asesinatos de mujeres. Ante hechos como el de la pequeña Fátima, morbo popular nutrido por los medios con patrocinio oficial; el patriarcado columna de los gobiernos y pilar de las familias mexicanas, invisibiliza el fenómeno, aunque las cifras continúen a la alza; el fracaso de la famosa alerta de género en el caso de la entidad mexiquense es evidente; los feminicidios no dan tregua, y es el municipio de Ecatepec, símbolo de este grave delito. En respuesta a la angustia que viven cientos familias detrozadas en todo lo largo y ancho de México, el gobierno federal se limita a pedir a las mujeres que participan en las movilizaciones, a no rayar las puertas de Palacio Nacional, en tanto que a los dolientes de las víctimas de feminicidio, no les dice nada; a la postre el mensaje ha sido muy claro: “los delincuentes también son seres humanos y merecen respeto”, frase que se torna en una bofetada para quienes aguardan justicia. En esta convulsionada etapa nacional, en la que para descalificar a un régimen, menores y mujeres son utilizados como obuses y el régimen, en lugar de aplicar la ley en su defensa, sólo se le ocurre dictar lecciones de fraternidad con discursos extraños, cuestionables argumentos, evasivas acciones gatopardistas y manipulación social colectiva, para que las muertas se atribuyan a las autoridades del pasado; todo excepto asumir su responsabilidad frente a hechos que destapan la podredumbre social que nos invade. A feminicidios como el de Ingrid, se suma el feminicidio infantil, que también creció en 2019 13.5% respecto al 2018. Durante 2018, ocurrieron en promedio siete asesinatos al mes contra niñas y adolescentes, en 2019 esta cifra se incrementó a ocho feminicidios infantiles cada mes. La Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), reporta que los primeros 7 meses del 2019, representaron el periodo más violento por ese delito en contra de niñas y adolescentes al registrarse 59 delitos de este tipo, lo que significó un crecimiento de 13.5% respecto al mismo periodo de 2018; es decir, el feminicidio infantil va al alza sin que haya una estrategia o políticas públicas en el gobierno federal para frenar la violencia machista y superar los obstáculos en el acceso a la justicia para las niñas y mujeres. Por desgracia a estas alturas, niñas, niños y adolescentes se han vuelto invisibles para esta nueva administración al no formar parte de ninguno de los 25 proyectos estratégicos que presentó el presidente Andrés Manuel López Obrador”, lo que deja a la niñez fuera de los programas prioritarios. Pildoritas para atacar el cáncer social; en reciente sesión de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, los diputados “aumentaron” las penas por “feminicidio” de 40 a 45 años y de 60 a 65 años a “feminicidas”.

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